El 5 de febrero
fuimos informados del robo simultáneo de las reliquias de Santa Teresa de Jesús
de todos los lugares donde estaban custodiadas. Asimismo, se nos dijo que este robo
podía tener graves consecuencias por la importancia de la santa y por la
proximidad de las celebraciones por el V centenario de su nacimiento el próximo
28 de marzo de 2015. Estaba claro que el robo había sido cuidadosamente
planeado y organizado durante mucho tiempo y había sido perpetrado por un grupo
coordinado de personas.
Nuestro primer paso
fue comprobar si el sepulcro de la santa en Alba de Tormes también había sido profanado.
Nos desplazamos inmediatamente a Alba de Tormes para interrogar a la superiora
del convento donde se localiza el sepulcro de la santa. Isabel Mendoza García,
priora del convento de las carmelitas descalzas, nos recibió sin demora y nos
mostró los lugares de donde habían desaparecido las reliquias expuestas -el
corazón y el brazo izquierdo- en la sala de la Santa de la Iglesia de la
Anunciación. Nos llevó también al centro del retablo barroco de la Capilla Mayor,
lugar donde se encontraba el sepulcro con los pocos restos del cuerpo de la
santa que no fueron repartidos por el mundo.
Tal como se puede apreciar en la fotografía adjunta, el sepulcro
no presentaba señales de haber sido abierto. En cualquier caso, debíamos
comprobar que los restos se encontraban todavía en el interior del mismo. Le
pedimos a la priora permiso para abrirlo, pero nos contó que eso solo sería
posible si conseguíamos reunir las diez llaves que lo cerraban. Eso no iba a
ser tarea fácil, pues sus guardianes son personas muy diferentes: en el
convento de Alba de Tormes las monjas guardan tres llaves, la duquesa de Alba
posee otras tres llaves, el superior general de la Orden Carmelita custodiaba
tres llaves más en Roma y, por último, el rey de España estaba en posesión de
la última llave.
A partir de
este momento decidimos repartirnos el trabajo para avanzar más rápidamente. El
Grupo de Historiadores se encargó de hacer un inventario de las reliquias
robadas y hablar con las personas encargadas de su custodia para recabar toda
la información posible sobre los robos. El Grupo de Relaciones Públicas se
encargó de ponerse en comunicación con los guardianes de las llaves del
sepulcro para poder proceder a su apertura. Los resultados obtenidos por ambos
grupos se recogen en las páginas siguientes.
Informe Grupo
de Relaciones Públicas
La priora del
convento de Alba de Tormes, Isabel Mendoza García, se encontraba muy
consternada. El robo de las reliquias ponía en peligro las futuras
celebraciones del V centenario del nacimiento de la santa que incluían la
visita del Papa para celebrar eucaristías en Ávila, ciudad natal de la santa, y
en Alba de Tormes. Ofreció toda su colaboración para resolver lo más
rápidamente posible los robos y para recuperar las reliquias, que tenían en sus
propias palabras “un valor incalculable”. Nos dijo que precisamente hacía dos
semanas habían recibido la visita del secretario del superior general de la Orden
Carmelita para comprobar las medidas de seguridad que protegían las reliquias.
Estaba muy preocupada por el disgusto que se llevaría el superior general por
los robos. La priora nos indicó que había comprobado que las tres llaves del
convento seguían en su sitio y que podríamos disponer de ellas para la apertura
del sepulcro en cuanto se consiguieran reunir las diez. Ella personalmente llamó a la duquesa de Alba
–con la que la unía una gran amistad- para solicitarle su ayuda. Nos dijo que,
dada la íntima relación que mantenía con la familia real, seguramente la
duquesa de Alba podría hablar con el rey para disponer de la llave que tenía en
custodia. Asimismo, se ofreció a acompañarnos a viajar a Roma para entrevistarnos
con el superior general de la Orden Carmelita y pedirle que nos cediera sus
tres llaves para poder abrir el sepulcro. Nos dimos cuenta que esta monja podía
sernos de gran ayuda y le agradecimos su colaboración.
Inmediatamente
se puso al habla con la duquesa de Alba, la cual no puso ninguna objeción a
ceder sus llaves para llevar a cabo la investigación. Tal como había previsto
la priora, la duquesa llamó a la Casa Real para solicitar la entrega de la
última llave. En ambos casos, podríamos disponer de ellas en cuanto un
transporte seguro pudiera hacerlas llegar a Alba de Tormes. Tanto la duquesa de
Alba como los portavoces de la Casa Real se mostraron muy sorprendidos con la
noticia de los robos. Aseguraron que las llaves seguían en su posesión y que
nada sospechoso les hacía suponer que hubieran podido ser robadas y después
devueltas a su lugar. De todos modos, accedieron a que nuestros compañeros de
la policía judicial inspeccionaran los lugares donde se guardaban las llaves
por si encontraban alguna señal extraña. De hecho, en el Palacio de Liria,
residencia de la Casa de Alba en Madrid y lugar donde la duquesa custodiaba la
llave, se encontraron señales de que se había intentado forzar la caja fuerte
donde se guardaba, aunque aparentemente sin resultado. Se estudió la habitación
donde estaba la caja fuerte y se recogieron todas las huellas dactilares y
restos que se hallaron para su posterior análisis. La duquesa manifestó que no
tenía conocimiento de estos hechos, ya que estaba desde antes de Navidad en su
palacio de Sevilla. La inspección del lugar de custodia de la llave en el
Palacio de la Zarzuela, residencia real, no arrojó ningún indicio de intento de
robo. La seguridad en el Palacio de la Zarzuela es mucho mayor que en el
Palacio de Liria y sería mucho más improbable que se pudiese cometer un robo
allí y que pasase desapercibido.
Tanto las
llaves procedentes del Palacio de Liria como la llave custodiada por el rey
llegaron a Alba de Tormes a última hora de la tarde de ese mismo día 5 de
febrero y quedaron custodiadas en el puesto de la Guardia Civil de Alba de
Tormes sito en la calle de Cuatropea, 16.
La priora del
convento de Alba de Tormes se comunicó con el superior general de la Orden Carmelita,
don Saturnino Menéndez Pereda, que accedió a recibirnos al día siguiente en su
despacho para hacernos entrega de las llaves que obraban en su poder.
Reservamos a toda prisa dos billetes para el primer vuelo de la mañana a Roma,
uno para doña Isabel Mendoza y otro para el inspector Canales, uno de los
miembros del equipo más experto en vigilancia y custodia de pruebas. Ambos se
entrevistaron con don Saturnino Menéndez (en la foto), quien con anterioridad
había manifestado su disgusto porque el cuerpo de la santa se encontrase
desmembrado por diversas partes del mundo. Les reiteró a la priora y al
inspector Canales que a él le gustaría que todas las reliquias fueran reunidas
en un lugar único en Roma para su reposo y culto. Les dijo también que, dada la
proximidad de las celebraciones del V centenario de la santa, él mismo había
enviado a su secretario principal, Giovanni Pimpinelli, a comprobar que todas
las reliquias estaban bien seguras en los lugares en los que se encontraban. Dentro
de esa ronda de visitas el secretario había estado en el convento de Alba de
Tormes como la priora ya nos había indicado. Por eso, el superior general les
indicó su deseo de que su secretario los acompañara de vuelta a Alba de Tormes
para no perder de vista en ningún momento las tres llaves y para que le
informase personalmente del desarrollo de la investigación. Así pues, a última
hora de la tarde, el inspector Canales, doña Isabel Mendoza y don Giovanni
Pimpinelli (en la foto) regresaron a Madrid, llegando a Alba de Tormes en la
madrugada del día 7 de febrero.
En la mañana del 7 de febrero estuvieron también disponibles los
resultados de los análisis de las huellas y restos hallados en el Palacio de
Liria. Una vez descartados los empleados de toda confianza de la duquesa,
señalaban como sospechoso a don Antonio Jiménez Martín (en la foto). Se trataba
del párroco de la Parroquia del Buen Suceso situada en la calle Princesa,
cercana al palacio, y conocido por los empleados porque visitaba a menudo a la
duquesa cuando esta se encontraba en Madrid. Los empleados recordaban que había
visitado el palacio hacía dos semanas con la excusa de contemplar el retrato de
Santo Domingo de Guzmán de Zurbarán expuesto en la biblioteca. Aunque esta
visita les extrañó en ausencia de la duquesa, le permitieron el paso al ser
conocido el interés del sacerdote por la vida y obra del santo, sobre el que
estaba escribiendo un libro. Esta visita le colocaba en el punto de mira y a
partir de este momento se decidió que debían vigilarse sus movimientos.
Informe del
grupo de Historiadores
Una pequeña
investigación de los hechos históricos reveló que nueve meses después de la
muerte de Santa Teresa de Jesús abrieron el ataúd y comprobaron que el cuerpo
estaba incorrupto. Antes de devolver el cuerpo al cofre de enterramiento le
diseccionaron una mano y la llevaron a Ávila. De esa mano, según su propio
relato, le cortó el padre Gracián el dedo meñique. Reunido el capítulo de los carmelitas
descalzos, acordó que el cuerpo de Teresa debía volver a Ávila y ser custodiado
en el Convento de San José, pero las monjas del convento de Alba de Tormes
pidieron quedarse con un brazo como reliquia. Cuando el duque de Alba se enteró
del traslado, envió sus quejas a Roma e hizo negociaciones para recuperarlo. El
cuerpo volvió de nuevo a Alba de Tormes. Después de estos hechos no la
volvieron a trasladar más, pero se extrajeron varias reliquias que se conservaban
en muy diferentes localizaciones:
- El pie
derecho y parte de la mandíbula superior, en el convento de Carmelitas
Descalzos de Santa María de la Escala de Roma.
- La mano
izquierda, en Lisboa.
- El ojo
izquierdo y la mano derecha, en Ronda, España.
- El brazo
izquierdo y el corazón, en sendos relicarios en el museo de la iglesia de la
Anunciación en Alba de Tormes.
- Un dedo, en
la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto en París.
- Otro dedo en
Sanlúcar de Barrameda.
- Otro dedo en
las Carmelitas de San José de Ávila. Allí también se custodiaban objetos de
propiedad de la santa como el báculo que usaba en su vejez, un rosario y una
sandalia.
- Dedos y otros
restos santos, esparcidos por España y toda la cristiandad.
- Una de las
clavículas del cuerpo en Bruselas.
- Otras partes
y miembros en Gent y en Antwerpen, Bélgica.
- Pedazos de
carne en las Carmelitas de Madrid, las Carmelitas de Valladolid y las
Carmelitas de Malagón. No es fácil determinar el paradero de la infinidad de
pedacitos de carne, extraídos del cuerpo de la Madre Teresa.
- Trozos de
tela mojados en su sangre dispersos por la geografía española.
- La correa del
hábito con el que fue enterrada en las Descalzas de Zaragoza.
- El velo de la
santa en las Carmelitas de Calahorra.
- La sábana que
envolvió su cuerpo en las Carmelitas de Granada.
Al ser tantos
los lugares en los que había reliquias de Santa Teresa, tuvimos que pedir ayuda
a la Guardia Civil para acudir a los lugares más señalados, interrogar a
posibles testigos y recabar información acerca de los robos. Nos pusimos
también en contacto con Interpol para investigar fuera de nuestro país (Lisboa,
Bélgica, París y Roma). Los resultados iniciales de las investigaciones
realizadas fueron llegando a lo largo del día 6 de febrero. En la mayoría de
los casos, los testigos no habían visto nada sospechoso antes del robo de las
reliquias; incluso en alguno no habían reparado en el robo hasta que los
investigadores les hablaron de ello. Muchos indicaron que hacía poco que habían
recibido la visita del secretario del superior general de la Orden Carmelita,
Giovanni Pimpinelli, para asegurarse de que las medidas de seguridad que
protegían las reliquias eran adecuadas. Resultaba curioso que los robos se
hubieran producido poco después de una inspección de seguridad, cuando las
reliquias habían permanecido durante cientos de años sin problemas en sus
lugares de custodia. Además, al ser Giovanni Pimpinelli la persona elegida para
custodiar las llaves del superior general, se decidió que merecía la pena
mantenerle bajo vigilancia.
Resolución del
caso
El día 7 de
febrero a las 12 horas del mediodía nos dirigimos a la Iglesia de la
Anunciación de Alba de Tormes para proceder a la apertura del sepulcro de Santa
Teresa de Ávila. Estábamos presentes los inspectores Canales y Raso de la
Policía Nacional, el teniente Celada de la Guardia Civil, la priora del
convento y el secretario del superior de la orden Carmelita. Las llaves fueron
progresivamente utilizadas para abrir el sepulcro y, al levantar la tapa,
comprobamos que los restos de la santa permanecían en su lugar. El sepulcro fue
cerrado de nuevo bajo las diez llaves y se decidió que, ante la amenaza de
nuevos intentos de robo, dos agentes permanecerían vigilándolo. Las diez llaves
se custodiarían en el puesto de la Guardia Civil por si era necesario abrir
otra vez el sepulcro antes de concluir la investigación.
Por la tarde
los equipos de seguimiento de Giovanni Pimpinelli nos informaron de que este
había acudido al Hotel Cuatro Postes de Ávila y había permanecido allí durante
tres horas. Esto resultaba sospechoso porque los compañeros que investigaban
sectas habían detectado en este hotel reuniones extrañas de la secta
milenarista de los Cuatro Postes. Algunos exmiembros de la secta les habían
informado de que el líder, Marcelino Villarrubia López, era el dueño del hotel
y predicaba la llegada del fin del mundo para el 28 de marzo, V centenario del
nacimiento de Santa Teresa, si se conseguían reunir las partes desmembradas de
su cuerpo antes de esa fecha. El equipo de sectas identificó al párroco del
Buen Suceso de Madrid, Antonio Martín Jiménez, como un asiduo asistente a las
reuniones de la secta, aunque lo hacía bajo una identidad falsa. De hecho, este
había acudido al Hotel Cuatro Postes esa misma tarde al mismo tiempo que
Giovanni Pimpinelli, lo que hacía sospechar que se habían reunido con
dirigentes de la secta. A partir de estos datos estrechamos el cerco alrededor
de estos dos hombres y de la secta Cuatro Postes.
A las 2:15 de
la madrugada del día 8 de febrero una de las ventanas de la Iglesia de la
Anunciación en Alba de Tormes estalló en pedazos. Los dos agentes encargados de
la vigilancia del sepulcro se dirigieron inmediatamente hacia fuera del templo
para ver qué había pasado, pero al abrir la puerta fueron atacados con un gas
adormilante que les hizo casi efecto instantáneo. A pesar de esto, uno de ellos
fue capaz de pulsar la tecla de emergencia de su teléfono móvil. Al recibir la
señal de emergencia, se movilizaron los guardias civiles y los policías
desplazados a Alba de Tormes y se consiguió detener a dos sospechosos que huían
a toda velocidad en coche hacia Ávila. Uno de ellos resultó ser Antonio Jiménez
Martín, el párroco del Buen Suceso de Madrid, y el otro, el líder de la secta
de los Cuatro Postes, Marcelino Villarrubia López. Al volver con ellos
detenidos al puesto de la Guardia Civil, descubrimos que Giovanni Pimpinelli,
el secretario, había intentado entrar para robar las diez llaves del sepulcro.
Sin embargo, había sido descubierto y detenido también.
Durante el
interrogatorio tanto Antonio Jiménez como Marcelino Villarrubia reconocieron su
implicación en los robos de las reliquias de Santa Teresa y señalaron al
superior general de la Orden Carmelita, Saturnino Menéndez, y a su secretario,
Giovanni Pimpinelli, como los dirigentes de la operación de “recuperación” de
las reliquias. Se mostraron convencidos de que era vergonzoso que la santa
estuviera despedazada por todo el mundo y de que sus reliquias debían ser
reunidas para que reposaran en Roma. Villarrubia declaró también que la reunión
de las reliquias provocaría el fin del mundo tal y como ahora lo conocemos e
implicaría que todos los iniciados podrían comunicarse con Dios a través de la
oración, tal y como la santa describió en sus experiencias místicas. Giovanni
Pimpinelli confesó el lugar donde habían reunido las reliquias y estas fueron
recobradas intactas.
A partir de
todas las informaciones concluimos que secretario general de la Orden
Carmelita, Saturnino Menéndez, había elaborado un plan para el robo simultáneo
de las todas las reliquias de Santa Teresa. Se había servido de su secretario,
Giovanni Pimpinelli, para recopilar información acerca de los sistemas de
seguridad de los lugares en los que se custodiaban. Había contactado con el
líder de la secta de los Cuatro Postes para poder utilizar a sus miembros para
cometer los robos. La idea era robar también los restos guardados en el
sepulcro y, para eso, había reclutado también al párroco del Buen Suceso de
Madrid, porque era conocido por la duquesa de Alba y podía hacerse con las tres
llaves que ella guardaba y obtener información sobre la llave custodiada por la
Casa Real. Pero Antonio Jiménez Martín había fallado en su intento. Por eso,
debían aprovechar que las diez llaves estaban reunidas para hacerse con ellas y
abrir el sepulcro. El hecho de que las diez llaves estuviesen repartidas y
fueran tan difíciles de reunir fue lo que frustró sus planes. Todos los
implicados fueron detenidos y encarcelados. Por tanto, el 28 de marzo podrá
celebrarse el V centenario del nacimiento de Santa Teresa sin ningún problema y
las reliquias volverán a los lugares de los que fueron robadas. Eso se supone
que es algo bueno.
En Madrid, a 9
de febrero de 2015
Fdo. Inspectora
Silvia Raso Esteban
Policía Nacional
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