sábado, 28 de marzo de 2015

Inspectora Silvia Raso Esteban



El 5 de febrero fuimos informados del robo simultáneo de las reliquias de Santa Teresa de Jesús de todos los lugares donde estaban custodiadas. Asimismo, se nos dijo que este robo podía tener graves consecuencias por la importancia de la santa y por la proximidad de las celebraciones por el V centenario de su nacimiento el próximo 28 de marzo de 2015. Estaba claro que el robo había sido cuidadosamente planeado y organizado durante mucho tiempo y había sido perpetrado por un grupo coordinado de personas.
Nuestro primer paso fue comprobar si el sepulcro de la santa en Alba de Tormes también había sido profanado. Nos desplazamos inmediatamente a Alba de Tormes para interrogar a la superiora del convento donde se localiza el sepulcro de la santa. Isabel Mendoza García, priora del convento de las carmelitas descalzas, nos recibió sin demora y nos mostró los lugares de donde habían desaparecido las reliquias expuestas -el corazón y el brazo izquierdo- en la sala de la Santa de la Iglesia de la Anunciación. Nos llevó también al centro del retablo barroco de la Capilla Mayor, lugar donde se encontraba el sepulcro con los pocos restos del cuerpo de la santa que no fueron repartidos por el mundo.
Tal como se puede apreciar en la fotografía adjunta, el sepulcro no presentaba señales de haber sido abierto. En cualquier caso, debíamos comprobar que los restos se encontraban todavía en el interior del mismo. Le pedimos a la priora permiso para abrirlo, pero nos contó que eso solo sería posible si conseguíamos reunir las diez llaves que lo cerraban. Eso no iba a ser tarea fácil, pues sus guardianes son personas muy diferentes: en el convento de Alba de Tormes las monjas guardan tres llaves, la duquesa de Alba posee otras tres llaves, el superior general de la Orden Carmelita custodiaba tres llaves más en Roma y, por último, el rey de España estaba en posesión de la última llave.
A partir de este momento decidimos repartirnos el trabajo para avanzar más rápidamente. El Grupo de Historiadores se encargó de hacer un inventario de las reliquias robadas y hablar con las personas encargadas de su custodia para recabar toda la información posible sobre los robos. El Grupo de Relaciones Públicas se encargó de ponerse en comunicación con los guardianes de las llaves del sepulcro para poder proceder a su apertura. Los resultados obtenidos por ambos grupos se recogen en las páginas siguientes.

Informe Grupo de Relaciones Públicas
La priora del convento de Alba de Tormes, Isabel Mendoza García, se encontraba muy consternada. El robo de las reliquias ponía en peligro las futuras celebraciones del V centenario del nacimiento de la santa que incluían la visita del Papa para celebrar eucaristías en Ávila, ciudad natal de la santa, y en Alba de Tormes. Ofreció toda su colaboración para resolver lo más rápidamente posible los robos y para recuperar las reliquias, que tenían en sus propias palabras “un valor incalculable”. Nos dijo que precisamente hacía dos semanas habían recibido la visita del secretario del superior general de la Orden Carmelita para comprobar las medidas de seguridad que protegían las reliquias. Estaba muy preocupada por el disgusto que se llevaría el superior general por los robos. La priora nos indicó que había comprobado que las tres llaves del convento seguían en su sitio y que podríamos disponer de ellas para la apertura del sepulcro en cuanto se consiguieran reunir las diez.  Ella personalmente llamó a la duquesa de Alba –con la que la unía una gran amistad- para solicitarle su ayuda. Nos dijo que, dada la íntima relación que mantenía con la familia real, seguramente la duquesa de Alba podría hablar con el rey para disponer de la llave que tenía en custodia. Asimismo, se ofreció a acompañarnos a viajar a Roma para entrevistarnos con el superior general de la Orden Carmelita y pedirle que nos cediera sus tres llaves para poder abrir el sepulcro. Nos dimos cuenta que esta monja podía sernos de gran ayuda y le agradecimos su colaboración.
Inmediatamente se puso al habla con la duquesa de Alba, la cual no puso ninguna objeción a ceder sus llaves para llevar a cabo la investigación. Tal como había previsto la priora, la duquesa llamó a la Casa Real para solicitar la entrega de la última llave. En ambos casos, podríamos disponer de ellas en cuanto un transporte seguro pudiera hacerlas llegar a Alba de Tormes. Tanto la duquesa de Alba como los portavoces de la Casa Real se mostraron muy sorprendidos con la noticia de los robos. Aseguraron que las llaves seguían en su posesión y que nada sospechoso les hacía suponer que hubieran podido ser robadas y después devueltas a su lugar. De todos modos, accedieron a que nuestros compañeros de la policía judicial inspeccionaran los lugares donde se guardaban las llaves por si encontraban alguna señal extraña. De hecho, en el Palacio de Liria, residencia de la Casa de Alba en Madrid y lugar donde la duquesa custodiaba la llave, se encontraron señales de que se había intentado forzar la caja fuerte donde se guardaba, aunque aparentemente sin resultado. Se estudió la habitación donde estaba la caja fuerte y se recogieron todas las huellas dactilares y restos que se hallaron para su posterior análisis. La duquesa manifestó que no tenía conocimiento de estos hechos, ya que estaba desde antes de Navidad en su palacio de Sevilla. La inspección del lugar de custodia de la llave en el Palacio de la Zarzuela, residencia real, no arrojó ningún indicio de intento de robo. La seguridad en el Palacio de la Zarzuela es mucho mayor que en el Palacio de Liria y sería mucho más improbable que se pudiese cometer un robo allí y que pasase desapercibido.
Tanto las llaves procedentes del Palacio de Liria como la llave custodiada por el rey llegaron a Alba de Tormes a última hora de la tarde de ese mismo día 5 de febrero y quedaron custodiadas en el puesto de la Guardia Civil de Alba de Tormes sito en la calle de Cuatropea, 16.
La priora del convento de Alba de Tormes se comunicó con el superior general de la Orden Carmelita, don Saturnino Menéndez Pereda, que accedió a recibirnos al día siguiente en su despacho para hacernos entrega de las llaves que obraban en su poder. Reservamos a toda prisa dos billetes para el primer vuelo de la mañana a Roma, uno para doña Isabel Mendoza y otro para el inspector Canales, uno de los miembros del equipo más experto en vigilancia y custodia de pruebas. Ambos se entrevistaron con don Saturnino Menéndez (en la foto), quien con anterioridad había manifestado su disgusto porque el cuerpo de la santa se encontrase desmembrado por diversas partes del mundo. Les reiteró a la priora y al inspector Canales que a él le gustaría que todas las reliquias fueran reunidas en un lugar único en Roma para su reposo y culto. Les dijo también que, dada la proximidad de las celebraciones del V centenario de la santa, él mismo había enviado a su secretario principal, Giovanni Pimpinelli, a comprobar que todas las reliquias estaban bien seguras en los lugares en los que se encontraban. Dentro de esa ronda de visitas el secretario había estado en el convento de Alba de Tormes como la priora ya nos había indicado. Por eso, el superior general les indicó su deseo de que su secretario los acompañara de vuelta a Alba de Tormes para no perder de vista en ningún momento las tres llaves y para que le informase personalmente del desarrollo de la investigación. Así pues, a última hora de la tarde, el inspector Canales, doña Isabel Mendoza y don Giovanni Pimpinelli (en la foto) regresaron a Madrid, llegando a Alba de Tormes en la madrugada del día 7 de febrero.

En la mañana del 7 de febrero estuvieron también disponibles los resultados de los análisis de las huellas y restos hallados en el Palacio de Liria. Una vez descartados los empleados de toda confianza de la duquesa, señalaban como sospechoso a don Antonio Jiménez Martín (en la foto). Se trataba del párroco de la Parroquia del Buen Suceso situada en la calle Princesa, cercana al palacio, y conocido por los empleados porque visitaba a menudo a la duquesa cuando esta se encontraba en Madrid. Los empleados recordaban que había visitado el palacio hacía dos semanas con la excusa de contemplar el retrato de Santo Domingo de Guzmán de Zurbarán expuesto en la biblioteca. Aunque esta visita les extrañó en ausencia de la duquesa, le permitieron el paso al ser conocido el interés del sacerdote por la vida y obra del santo, sobre el que estaba escribiendo un libro. Esta visita le colocaba en el punto de mira y a partir de este momento se decidió que debían vigilarse sus movimientos.

Informe del grupo de Historiadores
Una pequeña investigación de los hechos históricos reveló que nueve meses después de la muerte de Santa Teresa de Jesús abrieron el ataúd y comprobaron que el cuerpo estaba incorrupto. Antes de devolver el cuerpo al cofre de enterramiento le diseccionaron una mano y la llevaron a Ávila. De esa mano, según su propio relato, le cortó el padre Gracián el dedo meñique. Reunido el capítulo de los carmelitas descalzos, acordó que el cuerpo de Teresa debía volver a Ávila y ser custodiado en el Convento de San José, pero las monjas del convento de Alba de Tormes pidieron quedarse con un brazo como reliquia. Cuando el duque de Alba se enteró del traslado, envió sus quejas a Roma e hizo negociaciones para recuperarlo. El cuerpo volvió de nuevo a Alba de Tormes. Después de estos hechos no la volvieron a trasladar más, pero se extrajeron varias reliquias que se conservaban en muy diferentes localizaciones:
- El pie derecho y parte de la mandíbula superior, en el convento de Carmelitas Descalzos de Santa María de la Escala de Roma.
- La mano izquierda, en Lisboa.
- El ojo izquierdo y la mano derecha, en Ronda, España.
- El brazo izquierdo y el corazón, en sendos relicarios en el museo de la iglesia de la Anunciación en Alba de Tormes.
- Un dedo, en la Iglesia de Nuestra Señora de Loreto en París.
- Otro dedo en Sanlúcar de Barrameda.
- Otro dedo en las Carmelitas de San José de Ávila. Allí también se custodiaban objetos de propiedad de la santa como el báculo que usaba en su vejez, un rosario y una sandalia.
- Dedos y otros restos santos, esparcidos por España y toda la cristiandad.
- Una de las clavículas del cuerpo en Bruselas.
- Otras partes y miembros en Gent y en Antwerpen, Bélgica.
- Pedazos de carne en las Carmelitas de Madrid, las Carmelitas de Valladolid y las Carmelitas de Malagón. No es fácil determinar el paradero de la infinidad de pedacitos de carne, extraídos del cuerpo de la Madre Teresa.
- Trozos de tela mojados en su sangre dispersos por la geografía española.
- La correa del hábito con el que fue enterrada en las Descalzas de Zaragoza.
- El velo de la santa en las Carmelitas de Calahorra.
- La sábana que envolvió su cuerpo en las Carmelitas de Granada.

Al ser tantos los lugares en los que había reliquias de Santa Teresa, tuvimos que pedir ayuda a la Guardia Civil para acudir a los lugares más señalados, interrogar a posibles testigos y recabar información acerca de los robos. Nos pusimos también en contacto con Interpol para investigar fuera de nuestro país (Lisboa, Bélgica, París y Roma). Los resultados iniciales de las investigaciones realizadas fueron llegando a lo largo del día 6 de febrero. En la mayoría de los casos, los testigos no habían visto nada sospechoso antes del robo de las reliquias; incluso en alguno no habían reparado en el robo hasta que los investigadores les hablaron de ello. Muchos indicaron que hacía poco que habían recibido la visita del secretario del superior general de la Orden Carmelita, Giovanni Pimpinelli, para asegurarse de que las medidas de seguridad que protegían las reliquias eran adecuadas. Resultaba curioso que los robos se hubieran producido poco después de una inspección de seguridad, cuando las reliquias habían permanecido durante cientos de años sin problemas en sus lugares de custodia. Además, al ser Giovanni Pimpinelli la persona elegida para custodiar las llaves del superior general, se decidió que merecía la pena mantenerle bajo vigilancia.

Resolución del caso
El día 7 de febrero a las 12 horas del mediodía nos dirigimos a la Iglesia de la Anunciación de Alba de Tormes para proceder a la apertura del sepulcro de Santa Teresa de Ávila. Estábamos presentes los inspectores Canales y Raso de la Policía Nacional, el teniente Celada de la Guardia Civil, la priora del convento y el secretario del superior de la orden Carmelita. Las llaves fueron progresivamente utilizadas para abrir el sepulcro y, al levantar la tapa, comprobamos que los restos de la santa permanecían en su lugar. El sepulcro fue cerrado de nuevo bajo las diez llaves y se decidió que, ante la amenaza de nuevos intentos de robo, dos agentes permanecerían vigilándolo. Las diez llaves se custodiarían en el puesto de la Guardia Civil por si era necesario abrir otra vez el sepulcro antes de concluir la investigación.
Por la tarde los equipos de seguimiento de Giovanni Pimpinelli nos informaron de que este había acudido al Hotel Cuatro Postes de Ávila y había permanecido allí durante tres horas. Esto resultaba sospechoso porque los compañeros que investigaban sectas habían detectado en este hotel reuniones extrañas de la secta milenarista de los Cuatro Postes. Algunos exmiembros de la secta les habían informado de que el líder, Marcelino Villarrubia López, era el dueño del hotel y predicaba la llegada del fin del mundo para el 28 de marzo, V centenario del nacimiento de Santa Teresa, si se conseguían reunir las partes desmembradas de su cuerpo antes de esa fecha. El equipo de sectas identificó al párroco del Buen Suceso de Madrid, Antonio Martín Jiménez, como un asiduo asistente a las reuniones de la secta, aunque lo hacía bajo una identidad falsa. De hecho, este había acudido al Hotel Cuatro Postes esa misma tarde al mismo tiempo que Giovanni Pimpinelli, lo que hacía sospechar que se habían reunido con dirigentes de la secta. A partir de estos datos estrechamos el cerco alrededor de estos dos hombres y de la secta Cuatro Postes.
A las 2:15 de la madrugada del día 8 de febrero una de las ventanas de la Iglesia de la Anunciación en Alba de Tormes estalló en pedazos. Los dos agentes encargados de la vigilancia del sepulcro se dirigieron inmediatamente hacia fuera del templo para ver qué había pasado, pero al abrir la puerta fueron atacados con un gas adormilante que les hizo casi efecto instantáneo. A pesar de esto, uno de ellos fue capaz de pulsar la tecla de emergencia de su teléfono móvil. Al recibir la señal de emergencia, se movilizaron los guardias civiles y los policías desplazados a Alba de Tormes y se consiguió detener a dos sospechosos que huían a toda velocidad en coche hacia Ávila. Uno de ellos resultó ser Antonio Jiménez Martín, el párroco del Buen Suceso de Madrid, y el otro, el líder de la secta de los Cuatro Postes, Marcelino Villarrubia López. Al volver con ellos detenidos al puesto de la Guardia Civil, descubrimos que Giovanni Pimpinelli, el secretario, había intentado entrar para robar las diez llaves del sepulcro. Sin embargo, había sido descubierto y detenido también.
Durante el interrogatorio tanto Antonio Jiménez como Marcelino Villarrubia reconocieron su implicación en los robos de las reliquias de Santa Teresa y señalaron al superior general de la Orden Carmelita, Saturnino Menéndez, y a su secretario, Giovanni Pimpinelli, como los dirigentes de la operación de “recuperación” de las reliquias. Se mostraron convencidos de que era vergonzoso que la santa estuviera despedazada por todo el mundo y de que sus reliquias debían ser reunidas para que reposaran en Roma. Villarrubia declaró también que la reunión de las reliquias provocaría el fin del mundo tal y como ahora lo conocemos e implicaría que todos los iniciados podrían comunicarse con Dios a través de la oración, tal y como la santa describió en sus experiencias místicas. Giovanni Pimpinelli confesó el lugar donde habían reunido las reliquias y estas fueron recobradas intactas.
A partir de todas las informaciones concluimos que secretario general de la Orden Carmelita, Saturnino Menéndez, había elaborado un plan para el robo simultáneo de las todas las reliquias de Santa Teresa. Se había servido de su secretario, Giovanni Pimpinelli, para recopilar información acerca de los sistemas de seguridad de los lugares en los que se custodiaban. Había contactado con el líder de la secta de los Cuatro Postes para poder utilizar a sus miembros para cometer los robos. La idea era robar también los restos guardados en el sepulcro y, para eso, había reclutado también al párroco del Buen Suceso de Madrid, porque era conocido por la duquesa de Alba y podía hacerse con las tres llaves que ella guardaba y obtener información sobre la llave custodiada por la Casa Real. Pero Antonio Jiménez Martín había fallado en su intento. Por eso, debían aprovechar que las diez llaves estaban reunidas para hacerse con ellas y abrir el sepulcro. El hecho de que las diez llaves estuviesen repartidas y fueran tan difíciles de reunir fue lo que frustró sus planes. Todos los implicados fueron detenidos y encarcelados. Por tanto, el 28 de marzo podrá celebrarse el V centenario del nacimiento de Santa Teresa sin ningún problema y las reliquias volverán a los lugares de los que fueron robadas. Eso se supone que es algo bueno.
En Madrid, a 9 de febrero de 2015

Fdo. Inspectora Silvia Raso Esteban
Policía Nacional

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