Camino tranquilamente por la
calle, acompañada de Damián. Echo un vistazo al reloj. ¡Perfecto!, vamos bien
de tiempo. No quiero hacerla esperar.
Después de
una larga caminata llegamos a nuestro
destino: la mansión de la
Duquesa de Alba.
-
Buenos
días.-Nos recibe- ¡Siéntense!
Nos acomodamos en un par de sillas de su salón y nos ofrece un
café. Es una mujer muy agradable. Cuando nos quedamos a solas, mientras Damián
habla con otras personas de la casa, comienzo a explicarle el problema; pues
cuando hablamos por teléfono no pude dar muchos detalles.
-
Como sabrá,
se han producido una serie de robos en varios lugares del mundo donde se
guardaban las Reliquias de Santa Teresa.
Asiente y me escucha atentamente.
-
Como
detective encargada del caso lo primero que he de comprobar es si el cuerpo
continúa o no en el sepulcro. Para ello necesito las tres llaves que guarda el
Supervisor General de la Orden Carmelita ,
las tres que hay en el Convento de Alba de Tormes y las otras tres que posee
usted. El Superior accedió a dármelas cuando le visité hace un par de días en
Roma.
-
Así que,
¿usted se guardará las llaves en el bolsillo y se marchará?, ¿así, sin más? –
Pregunta, mostrándose claramente en
desacuerdo. - ¿No le parece poco seguro?
-
Sé que son
cruciales para el caso, pero la gente corriente no sabe que soy detective.
Siempre trato de ser discreta para que nadie sospeche. Si consiguiese escoltas,
sólo llamaría la atención…-Debo de haberla convencido, ya que se levanta y me
dice:
-
Está bien.
Si es necesario se las daré, pero con la condición de que me las devolverá lo
antes posible.
-
Por
supuesto.
-
Bien.-
Responde.- ¡Acompáñeme!
Vamos a otra habitación. Se
acerca a un cuadro de Picasso y lo
descuelga de la pared, dejando ver una caja fuerte. Introduce la contraseña y
la abre.
-
Aquí tiene.-
Dice entregándomelas.- Antes de que se vaya, he de enseñarle algo más.
-
¿De qué se
trata?
-
Hace una
semana recibí esta extraña carta.
Me entrega un folio escrito a
ordenador que guardaba en un cajón.
-
Pensé que se
trataría de una broma y no le di importancia.
La observo atentamente. Es muy
extraño. Sólo hay puntos y líneas. ¿Será código morse?
-
¿Tiene el
sobre también?
-
Sí, aquí
mismo.- Saca del mismo lugar donde estaba la carta un sobre blanco, impecable,
sin remitente y con un sello.
-
¿Cuándo la
recibió exactamente?
-
El sábado.
-
Un día antes
del robo….- Concreto.
-
Exacto, pero
yo no he tenido nada que ver.
-
¿Alguien más
conoce la clave de la caja fuerte?
-
Mi
mayordomo, Ricardo.
-
¿Podríamos hablar
mi compañero y yo con él?
-
Se ha tomado
libre esta semana. Regresará en un par de días. Si quieren pueden volver por
aquí y hacerle algunas preguntas. Serán bien recibidos, pero dudo mucho que él
haya tenido algo que ver en esto.
-
Eso habrá que
verlo…
Lo guardo
todo cuidadosamente. Le doy las gracias por su ayuda y nos despedimos de ella.
Damián llama
a un taxi para que nos lleve de vuelta al hotel. Puede que no sea muy seguro
utilizar el transporte público, pero la idea es no llamar la atención.
Una vez en
la habitación, extiendo sobre la cama todo lo que hemos reunido en relación al
caso: las seis llaves, la nota misteriosa y el cuaderno de anotaciones. Decido
centrarme en la nota. Intento descifrar el mensaje con diferentes técnicas,
como colocar la hoja a contra luz o pasar un lápiz por encima en busca de
algunas marcas, pero ninguna da resultado. Tampoco se trata de código morse,
pues al intentar traducirlo, el mensaje que obtengo carece de sentido.
A la mañana
siguiente, Damián y yo nos dirigimos al Convento de Alba de Tormes. No hemos
avisado de nuestra llegada. Preferimos ir por sorpresa para que no les de
tiempo a esconder posibles pruebas, en el hipotético caso de que alguna de las
monjas esté relacionada con el robo.
-
Buenos
días.- Saludo al llegar.- Quería hablar con la Priora.
-
¿De parte de
quién?
-
Detective
Fernández y su compañero López.
-
Está bien,
iré a avisarla.
-
Gracias.
En diez minutos está de vuelta,
acompañada de la Priora.
-
Buenos días.
Imagino que vendrán por el robo, ¿no?- Nos pregunta.- Entonces síganme. Les
diré dónde está.
Avanzamos
por los pasillos a un ritmo bastante rápido para no perder tiempo. Una vez
allí, la priora nos entrega las tres llaves que nos faltan y las introduzco en
las cerraduras. A continuación lo intento con las de la Duquesa , pero algo falla.
-
¡Qué
extraño! No encajan…
Pruebo con
las del superior, pero tampoco funcionan. ¡Ambos me han dado las llaves
equivocadas!
-
¿Qué
ocurre?- Pregunta la Priora.
-
Estas no son
las del sepulcro.
-
¡Oh! ¡Dios
mío!, ¿se las habrán robado a la
Duquesa y al Superior?
-
Puede.-
Responde Damián.- Quizás nos las ha dado mal a posta.
¿Y si mi
amigo tenía razón?..... ¿Eso significaría que habrían sido ellos los ladrones?
La única manera de descubrirlo sería continuar investigando e interrogando
sospechosos.
Mientras
vamos en el tren hacia Ávila mi compañero inspecciona el portátil de la Priora del Convento de Alba
de Tornes. Al principio no le gustó la idea de que nos lo llevásemos para
revisarlo, pero al final accedió. Yo leo una y otra vez la lista de posibles
ladrones.
Tenemos
planeado un interrogatorio para el líder de la secta milenarista “Cuatro
Postes”, uno de los que más razones podría tener para llevar a cabo un robo de
tales magnitudes. Algunas fuentes aseguran que creen que el fin del mundo
llegará el día del V centenario de la
Santa si consiguen reunir todas las reliquias.
Una vez en
la cuidad, Damián va a hablar con un informático que cree que puede ayudarle
con el ordenador; mientras que yo, busco el Hotel Cuatro Postes, sede de la
secta. Por más que insisto, se niegan a abrirme. Pruebo varias veces más, pero
es inútil. No van a dejarme pasar, ni a contestar a ninguna pregunta, ni a
aportar nada provechoso a la investigación.
Son los
segundos que se niegan a pasar por el interrogatorio. Al director de los Museos
Vaticanos tampoco le gustó verme en Roma… Un comportamiento muy extraño que no
suelen tener las personas inocentes.
Decido ir al
Convento de la Encarnación. Quizás
allí tenga más suerte. Camino con paso firme, tratando de ordenar mentalmente
las piezas de este rompecabezas tan complejo.
-
Buenos días.
¿Podría ver a la Priora ?
– Le pregunto a la primera monja con la que me encuentro.
-
No sé si
estará ocupada, aunque, claro, acompáñeme.
Me guía por
los pasillos y me lleva hasta una sala de estar muy luminosa con un aspecto
sobrio pero acogedor.
-
Esta chica
ha venido a verla.- Le dice a la religiosa que se encuentra sentada en una
silla debajo de una pintura de Cristo en la Cruz.
Es uno de los cuadros más conocidos del convento. Me sonríe y
me invita a sentarme a su lado. Su compañera se va y nos quedamos a solas.
-
¿Eres
detective, verdad?
-
¿Cómo se ha
dado cuenta?
-
Se ve tu
astucia en la mirada.
-
Gracias. –
Respondo.- Una mujer tan amable sería incapaz de cometer un robo.
-
¿Ya has
resuelto el misterio? – Me habla con el mismo tono que utiliza una madre con su
hija.
-
¿Usted que
cree?
-
Que debes de
estar muy desorientada para venir aquí buscando al culpable.
-
¿Por qué?
-
Porque los
pobres son los que más dan y los ricos, los que más quieren. Cuando entiendas
esto descubrirás al culpable. Ahora vamos, te acompaño hasta la salida.
-
Si ya sabe
quién es el ladrón, ¡dígalo!
Se ríe.
-
Yo no sé
quién ha podido ser.
-
Entonces, ¿a
qué ha venido eso?
-
Yo hablo
desde la voz de la experiencia. No he ido en busca de pruebas, pero espero
haberte ayudado. – Dice poniéndose en pie.- No tengo nada más que decirte. Ve
en paz y que el Señor te acompañe.
Salgo del
convento, vuelvo a donde me despedí de Damián hace un rato. Aún no ha
llegado, pero no creo que tarde mucho.
Me siento en una cafetería a esperarle. No hace mucho frío para la época que
es. Hay mucha gente por la calle. Mi mirada se detiene en una pequeña que está
llorando porque se le ha caído la piruleta al suelo. Le pide otra a su madre,
pero ella le dice que ahora tienen prisa y que no pueden pararse. Mientras
madre e hija discuten, un hombre pobre sentado en la acera pidiendo limosna se
levanta y se gasta su única moneda en una piruleta de la máquina expendedora, para
la niña, que deja de llorar y ahora sonríe, feliz, al igual que el hombre.
“Los
pobres son los que más dan, y los ricos, los que más quieren”. ¡Qué razón tenía
la Priora de la Encarnación.
-
¡Lara!
Levanto la cabeza al oír que me
llaman. Es Damián, que viene corriendo hacia mí.
-
¿Descubriste
algo?
-
Sí. Creo que
sé cómo descifrar la carta.
Se sienta a mi lado y saca un
papel del bolsillo y la carta.
-
Cuéntame.
-
Con la ayuda
de Fernando, el informático, conseguí entrar en el correo electrónico al que había
accedido la Priora
del Convento de Alba de Tormes, y uno de los e-mails era el alfabeto normal y en
código binario que envió al mayordomo de la Duquesa.
-
¿Qué código
es ese?
-
Es el que
utilizan los ordenadores. Consiste en usar los números 0 y 1 para darle
instrucciones al microprocesador. Cada una de las letras y símbolos del teclado
tiene una numeración diferente. Puede que los puntos de la carta sean ceros y
las líneas, unos.
-
¿El e-mail
era para descifrar la carta?
-
Eso creo.
Todavía no sabemos si ella envió la carta o no.
-
Hay que
comprobar si las huellas dactilares del ordenador están en el sobre y la carta.
Y así resolvimos el caso:
Mandamos el ordenador y el sobre
al laboratorio central de la
Policía de Madrid, y se confirmó lo que sospechábamos: la Priora del Convento de Alba
de Tormes envió por correo postal la carta al mayordomo y al Superior General
de la Orden de
los Carmelitas. Para mayor seguridad escribió un correo electrónico a ambos
para que pudiesen descifrar el mensaje.
Lo
que nos dio la pista final fue la carta, que decía:
“Todo
listo. Ahí va un billete de tren para el viaje. Acuérdate de dejar las llaves
falsas dentro de la caja fuerte de la Duquesa antes de venir. El Superior General ya me
las ha enviado, solo faltas tú, Ricardo. Espero verte pronto o tendremos que
posponer el robo”.
Ricardo era
el mayordomo encargado de recoger el correo a la Duquesa de Alba y
enseguida supo que aquella carta era para él, aunque se había enviado con los
datos de su superior para acusarla a ella. Después de descifrar el mensaje,
pidió la semana libre y se fue hasta Alba de Tormes. Tenían al menos un aliado
en cada convento. Les ayudaron a robar las reliquias y las guardaron en el
sepulcro.
Recordé
las palabras de la Priora
de la Encarnación
y averigüé por qué lo habían hecho. Era
una metáfora. “Los pobres” eran los demás conventos que tenían alguna reliquia
y “los ricos” eran aquellos que guardaban las llaves, varias reliquias, el
cuerpo… y aún así ansiaban más. Era la avaricia lo que les había llevado a
cometer el robo y la Priora
de la Encarnación
lo sospechó desde el principio. Desde el principio habían deseado ser los
únicos dueños de los restos de Santa Teresa.
La
policía arrestó a los culpables (la
Priora de Alba de Tormes, el mayordomo de la Duquesa , el Superior
General de la Orden Carmelita
y sus contactos en los demás conventos) y las reliquias fueron devueltas a su
lugar correspondiente. A modo de castigo, el sepulcro se trasladó al convento
de San José, en Ávila; ya que, éste fue el primero que fundó la Santa y al que quería llegar
para morir.
Laura Cruz Palmeiro
¡Felicidades! Has quedado finalista con 17 puntos
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