Todo comenzó un miércoles 18 de
octubre. Fui a casa de mis primos como solía hacer varias tardes para
entretenerles jugando a detectives, que es lo que más les gusta jugar; mientras
jugábamos sonó el móvil de mi tío, eso significaba que era una llamada importante
y nosotros escuchamos la conversación detrás de la puerta. Mi tío estaba muy
alarmado, entonces supe que se trataba de uno de esos casos imposibles. Bueno
que no os he dicho, mi tío es detective privado. Cuando terminó de hablar le
pregunté de qué trataba el caso pues me había dejado muy intrigada, pero la
intriga fue mayor al escuchar las palabras que salieron por su boca. Bueno, creo que debería presentarme, soy María Martín García, tengo catorce años,
vivo en Ávila, soy buena estudiante y me gustan mucho los libros de misterio,
como veis nada del otro mundo. Bueno, continuemos con mi historia, eso sí que
es algo fuera de lo común. Resulta que después de llegar a mi casa, por la
noche, no paraba de darle vueltas al
caso, me parecía el caso más difícil que había oído jamás, y encima aquí, en
Ávila. Resulta que hace dos días mi tío recibió una llamada inesperada a las
seis de la mañana, informándole de que habían
robado las reliquias de Santa Teresa justo el día de después de la celebración
de la misa del V centenario, en la que, por cierto, había estado yo presente.
Las reliquias habían desaparecido de todos los lugares donde estaban
custodiadas el mismo día, así que no había dado tiempo a tomar las medidas necesarias. La policía no tenía pistas,
puesto que el ladrón no había dejado rastro. Sólo quedaba comprobar el sepulcro
de Alba de Tormes, y para ello había que localizar a la duquesa de Alba y al
Superior General de la Orden Carmelita. Un robo más que imposible, pero lo que
era verdaderamente un misterio era el porqué, eso sí que me quitaba el sueño,
entiendo que se robe dinero, o cualquier objeto valioso, pero, ¿los restos de
la Santa? No tiene ningún sentido robar los restos de una persona que vivió
hace más de quinientos años. Al día siguiente fui a contarle lo sucedido a
Álvaro, mi profesor, pero nada más decirle que era a cerca de los restos de la
Santa, me dijo que esperara hasta la hora de religión, puesto que venía un
fraile a hablarnos sobre ella. Al parecer este fraile, el hermano Lorenzo,
estaba especializado en Santa Teresa, pero no tuve suficiente confianza con él,
como para revelarle lo del robo de las reliquias.
Esa misma tarde mi tío me
propuso ir con él a la comprobación policial del sepulcro de la Santa, en Alba
de Tormes. El sepulcro estaba custodiado con diez llaves: tres las poseían monjas, tres la duquesa de Alba, tres
están en Roma y la última la tenía el
Rey. La policía ya había conseguido todas las llaves, puesto que
ninguna había desaparecido. Mi tío me contó que habían logrado hacer una lista
de sospechosos y durante el trayecto me fue contando quienes eran y el móvil
que tenían, pero aún faltaban las coartadas. Cuando llegamos allí, la policía
comenzó a hacer las pruebas de las huellas dactilares y después procedieron a
abrir el sepulcro. Como a mí no se me permitía entrar, me quede “investigando”
la iglesia, pero lo único que encontré fue un papel en blanco, y claro, me
dijeron que eso no era una pista. Cuando salió el personal autorizado
informaron de que el sepulcro estaba vacío, no quedaba ni rastro del cuerpo de
la Santa y solo habían encontrado un trozo de tela que al parecer era de una
túnica cualquiera. El caso empezaba a complicarse, había desaparecido
totalmente el cuerpo de la Santa, no había huellas, sólo una lista de
sospechosos, y como pistas, un trozo de tela y mi papel.
En los días siguientes acompañé a mi tío a interrogar a los
sospechosos: el Superior General de la
Orden Carmelita fue al primero que interrogamos, su
móvil no era suficientemente fuerte y el hecho de que poseyera tres de las
llaves, no lo hacía más ladrón, incluso a mi me parecía que eso lo hacía menos
sospechoso. El siguiente era el Director de los Museos Vaticanos, que, según
la policía, podía estar aliado con el Superior, y esconder el cuerpo en uno de
los museos. Pero, estos estaban registrados y el móvil tampoco era lo
suficientemente muy fuerte. También interrogamos a la Priora de la Encarnación, que deseaba que hubiera más reliquias en
la ciudad natal de la Santa, pero más allá de eso, yo lo único que veía era una
pobre monja inocente, al igual que la priora de San José, que, ¡claro que le
gustaría tener el cuerpo de su Santa en el primer convento que fundó!, pero no
era más que un deseo, además también habían robado en el convento. Otra
sospechosa que también descartamos al instante fue la Priora del Convento de Alba de Tormes que aunque poseía tres de
las diez llaves del sepulcro tenía una coartada indestructible puesto que el
día del robo ella estaba en primera fila en la Misa del V Centenario grabada
por multitud de cámaras. Y sólo nos quedaba un sospechoso más, el Líder de la Secta Milenarista "Cuatro
Postes", con mucho poder y dinero, que esperan el fin del mundo en
el V Centenario de la Santa. Pero comprobamos que había muerto, ya que al hacer
falsas promesas los seguidores le habían asesinado.
Desde
que me enteré de lo del caso hasta hoy había pasado una semana, y la policía
seguía prácticamente igual. Al llegar a mi casa, y quitarme la cazadora, vi un
papel en el suelo, el mismo papel que me encontré en el convento y pensé
mientras lo tiraba a la papelera que tal vez, igual que a mí, se le podía haber
caído al ladrón, e inmediatamente se me ocurrió. Cogí un lápiz y la encontré,
ahí estaba la pista, la verdadera pista. Llamé a mi tío corriendo y entonces le
expliqué que se me había ocurrido probar a manchar el papel con el lápiz, para
probar si había algo oculto que se pudiera leer, como en las novelas de Sherlock Holmes. En el papel en blanco ponían exactamente todos los
lugares en los que se habían robado las reliquias.
Al
día siguiente, al ser jueves volvió a venir el fraile Lorenzo a clase de
religión, esta vez se centró más en las reliquias de la Santa, pero mi atención
no se centró en lo dijo sino en lo que escribió. Su letra, me recordaba
familiar, hasta que caí, era la letra del
papel que me encontré en Alba de Tormes, pero ¿cómo podía ser él el
ladrón?, inmediatamente mi vista se centro en su túnica, no me lo podía creer,
le falta un trozo similar al trozo que encontraron en el sepulcro, por fin
comenzaba a atar cabos sueltos, además recordé que hubo un fraile que en la
Misa del V Centenario llegó más tarde y justo estaba colocado en un lugar
estratégico en el que ninguna cámara pudiera tomarle grabación, sin mencionar
lo interesado que estaba en la reliquias de la Santa. Pero para asegurarme, con
una escusa sobre algo que no había entendido en la charla, conseguí que
plasmara su letra en el papel y me asegure de que lo tocase bien, y luego le
pregunté a Álvaro a que orden pertenecía. El caso estaba resuelto, increíble
pero cierto, había descubierto al ladrón. Pero la historia no acaba aquí;
después de que la policía examinara su letra y sus huellas dactilares, fuimos a
arrestar al ladrón, y cuál fue nuestra sorpresa, cuando nos dijo que se
entregaba. Nos contó que su madre se había muerto cuando él era pequeño, pero
que siempre había sido feliz siendo muy devota de la Santa, el había sido muy
rico y pensaba que poseyendo todo lo que se le antojaba sería feliz, pero nunca
había alcanzado la felicidad verdadera, por eso pensó que si poseía el cuerpo
de la santa sería tan feliz como su madre y afirmo: “Cuando robé el cuerpo no
sentí ni el más mínimo grado de felicidad, pero al tener que ocultar mi
identidad y vivir como un fraile, sirviendo mi vida a Dios he descubierto que
la felicidad no se encuentra en poseer, sino en el amor que Dios nos da, he
descubierto en la fe la felicidad. He de pagar por lo que he hecho, pero aunque
en una cárcel esté, más feliz no podré ser”.
Rodrigo
Jiménez que en verdad era como se llamaba el hermano Lorenzo, como veis, asumió
la culpa, explicó que había contratado a unos ladrones para robar en el resto
de países mientras él robaba en Alba de Tormes, a los cuales, posteriormente,
les pagó la fianza. Pero aunque se iba a pasar gran parte de su vida entre
barrotes, parecía el hombre más feliz del mundo. Y en cuanto a mí, me dieron un
premio y me agradecieron mi labor.
Y
a partir de esta aventura, nunca más volveré a dudar, de mayor voy a ser…
¡detective!
Has sido finalista con 8 puntos ¡felicidades!
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